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Seremban y el arte de aprender a comer

por Maru Mutti
Publicado: Última actualización en:

Miramos el mapa y un punto nos llamó la atención. “Seremban”, capital del estado de Negeri Sembilan, según podíamos ver. Investigamos un poco, a ver de qué se trataba. Las informaciones eran nulas. “Bueno, algún hostel tiene que haber”, pensamos. Pero no, solo encontramos algunos hoteles con más estrellas de lo que queríamos pagar. “¿Qué hacemos?”, nos preguntamos. “Busquemos en Couchsurfing, si alguien nos contesta vamos, sino seguimos a otro lado”.

La realidad es que no teníamos ni idea con qué nos íbamos a encontrar en Seremban. De hecho, cuando algún malayo nos preguntaba cómo seguía nuestro viaje nos miraban con cara de “estos dos flacos están locos” cuando les respondíamos que la próxima parada sería en ese pueblo tan poco turístico a solo una hora de Kuala Lumpur.

Pero algo nos llevó a ir hasta ahí. No sabemos si fue que el nombre nos dio intriga, nos gustó donde estaba ubicada o si simplemente el universo nos estaba mostrando el camino que debíamos seguir. Me gusta pensar que hay un poco de cada cosa, porque si de algo estoy segura, es de que Seremban marcó un antes y un después en nuestro viaje.

Aunque Seremban no está declarada formalmente como ciudad, a nosotros nos pareció que poco tenía que ver con lo que conocemos como un “pueblo”. Tiene una población de más de 500 mil habitantes y es lo suficientemente grande como para estar “partida” en dos: la parte vieja (Seremban) y la parte nueva (Seremban 2).

El Parque de Seremban 2 se llena de gente haciendo ejercicio, descansando y alimentando a los peces del lago

El Parque de Seremban 2 se llena de gente haciendo ejercicio, descansando y alimentando a los peces del lago

Seremban (8)

Seremban (9)

Seremban (7)

Las longhouses son tradicionales viviendas malayas, todavía quedan algunos ejemplares originales en Borneo

Las longhouses son tradicionales viviendas malayas, todavía quedan algunos ejemplares originales en Borneo

Anthony vive en Seremban 2, en un área residencial llamada Arowana Indah. Lo primero que nos preguntó cuando nos fue a buscar a la parada del bus fue si teníamos hambre. La segunda pregunta fue qué comíamos y qué no (especialmente por si alguno de nosotros era vegetariano) y la tercera, también referida a comida, era para saber qué habíamos probado hasta eso. Eso nos dio la pauta de cómo iban a ser los próximos días en su casa.

Nacido en Malasia pero con toda su familia procedente de China, él se refiere a sí mismo como chino y nunca habla de su país como propio. Si bien sus padres vivieron en Penang durante bastante tiempo antes de que él naciera, sus raíces, sus rasgos y sus costumbres son más bien propias de aquel país del norte de Asia. Ama Malasia, pero sabe que no es lo mismo ser “malay” en un cien por ciento, a ser chino/indio/pakistaní/loquesea nacido en Malasia. Nos cuenta que a veces el estado malayo no le da tantas oportunidades a los mestizos y que, en muchos casos, es más fácil ponerse un negocio propio que conseguir un buen trabajo afuera. “Por eso hay tantos puestos de comida por todos lados”, nos explica. “Esa chica debe ser super inteligente, pero por más que estudie y se esfuerce, en Malasia va a tener más futuro cocinando que en un trabajo de oficina”, agrega mientras señala a la joven que nos está preparando los noodles de desayuno.

Seremban (5)

Seremban (4)

Y un día empezamos a comer picante…

Seremban (6)

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En Malasia, todo pasa por la comida

Anthony tiene 78 años y es un gran viajero. Recorrió varios países del mundo -entre ellos Argentina- y decidió hacerse un perfil en Couchsurfing cuando se dio cuenta de que era una buena manera de devolver un poco de lo que él recibió alrededor del mundo. Maestro de profesión, un día se dio cuenta de que lo que de verdad lo hacía feliz era cocinar y dejó las aulas para convertirse en chef. Pero también es artista. Dibuja (¡y qué lindo dibuja) y hasta trabajó como actor en diferentes publicidades. Además le encanta cantar y ahora quiere empezar a contar sus historias en el blog que le ayudamos a crear.

Anthony nos hizo recuperar el apetito en cuestión de segundos

Anthony nos hizo recuperar el apetito en cuestión de segundos

Anthony y su hermano, el profesor de piano, después del concierto privado que nos ofrecieron

Con Nico estamos de acuerdo en que nada hubiera sido lo mismo en nuestro viaje si hubiésemos decidido ir a Seremban dos meses después de haber llegado a Malasia, por ejemplo. Aunque la ciudad nos gustó mucho y aprendimos a disfrutarla aún cuando “no hay nada para hacer”, para nosotros, la visita a Anthony significó aprender a comer.

De no haber sido por él nunca hubiéramos sabido que son los wantan noodles (y que además existe en su versión “seca” o sopa), ni tampoco habríamos probado el cendol (postre o bebida fría a base de leche de coco, porotos rojos, choclos, fideos y gelatina) y mucho menos nos hubiéramos animado a la tan “picantísimacomida india (que después entendimos que no todo te deja los labios morados).

Anthony nos dio tanta comida que casi se nos sale por las orejas. Nuestro estómago, que se había achicado bastante después de cuatro meses en la montaña, volvió a agrandarse como nunca y empezó a sentirse más feliz que nunca. Para nosotros fue, además, una buena manera de comprobar que estabámos en el camino correcto y que a veces está bueno dejarse llevar por el instinto, la curiosidad y el universo porque no sabes con lo que te podes encontrar.

Roti Telur con curry

Roti Telur con curry

Un desayuno cualquiera con Anthony

Un desayuno cualquiera con Anthony

Así luce el cendol cuando recién te lo sirven

Así luce el cendol cuando recién te lo sirven

Y así cuando el hielo se empieza a derretir y lo mezclas con los demás ingredientes

Bonus track

Pero de Anthony no solo nos llevamos sus lecciones en materia culinaria, sino también el empuje con el que nos llevó a cumplir un objetivo que yo veía bastante lejano: viajar haciendo dedo.

Empezamos haciendo un trayecto corto y básicamente para no tener que pasarnos tres horas viajando de Seremban a Seremban 2. Anthony nos dejó en el centro de la ciudad vieja para conocer, pasear, caminar y todo lo que quisiéramos hacer pero explicándonos que, para volver, teníamos que tomarnos el bus eterno o hacer dedo.

Sonaba raro, especialmente porque hacer dedo adentro de una ciudad no es cómo hubiera imaginado empezar. Nos costó, pero después de un rato peleando por quién levantaba el brazo primero, lo hicimos y en menos de treinta segundos estábamos arriba de una camioneta que nos dejó en un shopping de la ciudad. Aprovechamos para comprar un poco de agua y refugiarnos en el aire acondicionado antes de seguir. La segunda vez nos costó un poquito más, pero hablo de exagerada, porque si tardamos 10 minutos en conseguir que alguien nos llevara fue mucho. Esta vez, fue una chica que venía desde Kuala Lumpur para una entrevista laboral y se desvió completamente del camino para llevarnos hasta el barrio de nuestro anfitrión. Eso, ya nos dio la pauta de lo que los malayos son capaces de hacer por un extranjero.

Seremban (10)

Seremban (15)

Cuando llegó el momento de irnos, Anthony nos preguntó si nos íbamos a animar a llegar a Melacca haciendo dedo. “En Malasia es muy fácil”, decía, “los extranjeros no duran ni cinco minutos parados en la ruta porque todo el mundo los quiere ayudar, no es lo mismo que si voy yo o un malayo”.

Y finalmente nos animamos. Anthony nos llevó hasta un punto de la ruta que conecta con Port Dickson y nos saludó deseándonos lo mejor en la nueva experiencia y pidiéndonos que le mandemos un mensaje cuando lleguemos para contarle cómo nos había ido.

Tenía razón. El primer auto nos levantó en menos de tres minutos y nos acercó hasta Lukut, un pueblo ubicado entre Seremban y Port Dickson. Para subirnos al segundo auto, tardamos un poquito más, pero fueron solo 20 minutos y los taxis que se paraban a cada rato ofreciendo sus servicios ayudaron a que la esperaba pareciera eterna. Ahí fue cuando, previa parada en el Museo Militar, llegamos a Port Dickson.

El tercer auto tardó solo cinco minutos en aparecer y después de mostrar su preocupación porque “Melacca queda muy lejos y nadie nos va a llevar”, se desvió completamente del camino y nos llevó hasta el punto donde termina el estado de Negeri Sembilan y empieza el de Melacca. Ya estábamos más cerca, pero literalmente en el medio de la nada.

Cuando vimos donde teníamos que esperar y nos dimos cuenta de que prácticamente era un lugar intransitado, pensamos que íbamos a estar siglos hasta encontrar un alma caritativa a la que le diéramos pena y nos quiera llevar. Pero la realidad es que solo fueron 10 minutos porque un hombre que nos vio al pasar, pegó la vuelta y nos fue a buscar. Nos dejó a solo 15 minutos del centro de la ciudad.

Había colectivos por doquier pero si habíamos llegado hasta acá por qué no seguir un poco más. Así fue como esperamos unos 15 minutos hasta que dos chicos se acercaron en su camioneta y nos dijeron “los podemos llevar, pero antes vamos a parar a almorzar”.

Nosotros no teníamos hambre. El super desayuno indio que nos había dado Anthony sumado al calor y los nervios por nuestra aventura no nos dejaba pensar en otra cosa que en llegar a destino. Pero fuimos con los chicos, los esperámos a que coman, nos hicieron probar algunas delicias locales, nos compraron gaseosas y nos dejaron en la puerta del hostel.

Nuestra primera experiencia como autoestopistas fue más que satisfactoria y no solo llegamos sin tener que esperar demasiado y con cinco autos de por medio, sino con la felicidad de haber superado la prueba y de haber conocido gente super hospitalaria que, sin duda, se nos quedará grabada en el corazón.

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3 Comentarios

Eduardo enero 15, 2016 - 3:44 pm

Muy buena página
Felicitaciones y espero tenerlos en mi corrro

Responder
Carmine enero 25, 2016 - 11:10 am

Me encanta! Aunque no se yo si tendria valor para hacer auto-stop en Malasia! jejeje el cendol tiene una pinta estupenda! jejejeje ¿es muy dulce? , otra cosa los precios que tal? es barato? es caro? un saludo! y en hora buena por el post! :)

Responder
Maru Mutti enero 28, 2016 - 9:20 pm

Hola Carmine!!!

No, no es dulce para nada, al principio me resultó raro pero la segunda vez que lo comí me gustó un poco más.

Malasia no es un país caro, pero como siempre, depende de las cosas que hagas. Borneo tiene muchas excursiones, pero sí, son más caras (ya lo contaré bien en la guía que estoy armando, pero me tienen que tener paciencia porque todavía queda mucho de Malasia por ver!).

Y animate, si vas a Malasia el autoestop es de lo más fácil y memorable!

Saludos!!!

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