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Phom Penh, los campos de exterminio y la triste historia de Camboya

por Maru Mutti
Publicado: Última actualización en:

Cuando llegué a Camboya sabía bastante de la historia del país, las tragedias que marcaron sus tierras, a su gente. Pero, durante mis primeros días en Siem Reap empecé a leer un libro (“First they killed my father”) que, al mejor estilo del Diario de Ana Frank, narra la historia de lo que pasó aquellos años, contado desde la mirada de una nena de 5 años que tuvo que ir creciendo a los golpes y superando las atrocidades que los Jemeres Rojos, al mando de Pol Pot, le hicieron a ella y su familia.

Sin lugar a dudas, creo que haber leído ese texto casi por completo antes de llegar a Phom Penh fue una de las mejores maneras de poder entender completamente todo lo que sucedió allí y, en especial, en los Campos de Exterminio (“Killing Fields” en inglés) ubicados a tan sólo 14 kilómetros de la ciudad.

Pero el recorrido no empezó ahí. Primero, fui a la S-21 (el nombre oficial es Toul Sleng Genocide Museum), una antigua escuela que durante los años de ocupación temer se convirtió en una prisión donde las víctimas eran maltratadas, torturadas y obligadas a hacer confesiones absurdas para luego ser trasladadas a los campos de Choeung Ek (sí, los de exterminio). Por supuesto, a ellos les decían que los iban a llevar a un nuevo “hogar” o mentiras similares, dándoles falsas esperanzas aunque, seguramente, la gran mayoría sabía que ése sería su destino final.

Catorce personas murieron en esa cárcel y todavía hoy se pueden ver las tumbas donde fueron enterradas. Las que en algún momento fueron aulas en donde los niños podían creer en un futuro próspero, hoy se encuentran prácticamente vacías, mostrando algunos de los vestigios de aquellos años en donde las fotos de las víctimas fatales resultan fuertes y conmovedoras.

Antes de seguir, tengo que hacer una breve pausa y contarles dos cosas que no me gustaron del museo. En primer lugar, creo que el recorrido está mal planteado porque, teniendo en cuenta las cosas que sucedieron allí, falta explicación – que después se da toda junta – en las salas y en muchas ocasiones es repetitiva. Desde mi punto de vista, hubiese preferido tener los datos de manera pausada y en los lugares donde realmente debían estar porque creo que hubiese sido una mejor manera de entender el dolor que se vivió ahí adentro.

Respecto a lo segundo, no tiene que ver con el museo en sí, sino con la decepción que sentí al ver como la gente misma de Camboya se reían de las fotografías de las víctimas, gritaban como si estuviesen viendo un partido de fútbol y no mostraban ni un poco de respeto por la historia que vivió su país y que, por otra parte, teniendo en cuenta de las edades de las personas que tenían estas actitudes, podrían haber sido ellos mismos las víctimas de ese proceso.

Por momentos, juro que tuve ganas de salir de ahí y no seguir sufriendo por una historia que en definitiva no me pertenece. Pero ahí, recordé que lo mismo me pasó cuando hace unos meses atrás visité la ESMA y escuché los comentarios más idiotas y absurdos que alguien puede hacer en un lugar como ese. También me acordé de la falta de respeto que muchas personas mostraron estando en el mismísimo lugar donde torturaron a tantas personas y ahí, fue cuando me di cuenta de que siempre va a haber gente que no le importe nada, ni siquiera si hay alguien al lado suyo que tiene un familiar, amigo que fue víctima de algo semejante.

En fin, como les venía contando, después de recorrer el S-21 me fui directo a los Campos de Exterminio, uno de los espacios más crueles que conocí en mi vida. La sensación al estar ahí es muy extraña. A simple vista, los campos de Choeng Ek no son más que un amplio espacio verde que inspira tranquilidad, sin embargo, no hay que esperar demasiado para sentir que los gritos y llantos del pasado se superponen a todo lo que tenés alrededor.

No es un simple parque donde sentarte a escuchar el sonido de los pájaros, es un lugar para sentir lo que se vivió, lo que se sufrió, lo que todavía se sigue sufriendo. A diferencia del Museo Toul Sleng, la visita en los Killing Fields está muy bien planteada ya que cada uno tiene su propia audioguía explicativa, lo que hace no sólo que el lugar tenga el respeto que se merece sino también entender qué pasó en cada punto y, al mismo tiempo, escuchar historias contadas por algunos de los sobrevivientes.

Sinceramente, creo que no hay mucho para decir sobre este lugar. Todo lo que pueda escribir no va a representar ni siquiera en un cinco por ciento a las cosas que pasaron, las atrocidades que se cometieron, el dolor que se causó. Sí, si están interesados en saber un poco más sobre la historia de Camboya, les puedo recomendar que lean este libro del que les hablé (no sé que tan fácil se puede conseguir en Argentina, pero sé que tiene traducción al español), al menos para entender un poco más, y desde una perspectiva completamente diferente, cómo los jemeres rojos y Pol Pot destruyeron a la sociedad camboyana en apenas cuatro años.

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7 Comentarios

Ruben mayo 28, 2012 - 12:25 pm

Que historia!!!! pobre gente, muy linda la nota. tkm

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santiago mayo 28, 2012 - 12:27 pm

Muy fuerte la foto de prohibido sonreír. Esto era así? O es algo simbólico que agregaron ahora?

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Gabriela mayo 28, 2012 - 11:28 pm

Que terrible todo, te felicito por tu grandiosa humanidad, un abrazo.

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Edelma mayo 29, 2012 - 3:01 pm

Una nota muy impactante!

Me deja un poco triste semejante Historia…

Responder
Aldana y Dino mayo 30, 2012 - 7:19 pm

Hola Mariana!
Cuando nosotros estuvimos en el museo, ya decidimos no visitar los campos, ya habíamos visto mucho. Inclusive en el mismo viaje habíamos visitado Auschwits donde increíblemente, nos pasó lo mismo que a vos y había gente riéndose y haciendo chistes como si estuvieran en Disneylandia. Gente estúpida hay en todos lados.
Te mandamos un gran abrazo
Dino y Aldana
http://www.magiaenelcamino.com.ar

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Vero junio 14, 2012 - 12:10 pm

Trate de buscar el libro aca en Capital pero no lo encontre :( Quizas como usado lo consiga…

Responder
Gabriela B agosto 27, 2015 - 9:13 am

No lo había leído, es maravillosa esta visita y tu relato.
Say no more. Gracias

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